El poder blando: Los grandes eventos deportivos
Si anteriormente tratamos el papel de las aerolíneas en la política exterior de los Estados, en este texto reflexionaremos sobre el papel de los grandes eventos lúdico-deportivos que amenizan al público mundial y a la vez permiten proyectar la imagen de los Estados.
El término poder blando (soft power), fue conceptualizado por el académico Joseph Nye en contraposición con el poder duro (hard power). La diferencia fundamental entre ambos estribaría en la forma de conseguir que los otros organismos del ecosistema internacional actúen de la forma que nos conviene.
Así, mientras el poder duro utiliza la penalización, la amenaza y en última instancia, el uso directo de la fuerza, el poder blando busca la sugestión, la seducción y la persuasión por medio de la reputación y la proyección de la imagen.
Naturalmente, aunque Nye conceptualizara este término, en la historia de la humanidad toda clase de entes han hecho un uso consciente del poder blando: Desde los monumentos erigidos por Ramsés II en honor a la Batalla de Qadesh en el 1.274 a.c. hasta el Ministerio de Propaganda de Joseph Goebels pasando por el mester de juglaría y hasta la creación de los medios de comunicación de masas.

Dentro del menú de opciones para proyectar la imagen de un país, el deporte ha jugado un papel especialmente relevante, ya que la competición deportiva constituye uno de los principales entretenimientos de todo el planeta. Pensemos en el caso de España. Sin duda, el brazo más alargado de nuestra influencia cultural y de nuestra imagen en el exterior pasa por dos o tres entes: La Liga, el Fútbol Club Barcelona, el Real Madrid y la Selección Española.
Y aquí es donde el anterior artículo sobre las aerolíneas estatales converge con el deporte: No pocos Estados han decidido promocionarse por medio de sus aerolíneas en diversos clubs de fútbol: Por ejemplo, Etihad Airways (UAE) patrocinaba al Manchester City de Reino Unido, Qatar Airways hizo lo mismo con el Barcelona, KLM (Holanda) con el Brentford F.C. o Bangkok Airways (Tailandia) con el Borusia de Dortmund (Alemania).
Históricamente hay una serie de grandes eventos deportivos mundiales, y entre ellos podemos destacar claramente un par de ellos: la Copa del Mundo de Fútbol y las Olimpiadas.

No es muy difícil recordar al gran publico la importancia de ambos... Recordemos la importancia que tuvieron para España las Olimpiadas de Barcelona de 1992 y el éxito que supusieron para nuestra imagen: Y lo mismo podemos decir de los últimos Juegos Olímpicos celebrados en China o Brasil.
Los JJOO son una gran herramienta de proyección de la imagen, sirven para estimular la economía interna y sobre todo, si son bien aprovechados se convierten en todo un símbolo del país que hace de anfitrión, permiten atraer inversiones, visitantes y convertirse en un símbolo para lo bueno y para lo malo de la Comunidad Internacional.
En este sentido, las próximas Olimpiadas de Japón o el Mundial de Fútbol que será celebrado en Qatar revisten una enorme importancia para lo bueno y para lo malo.
El coronavirus ha venido a golpear como un mazazo a los japoneses, que por su cercanía con China generan temores sobre la salubridad del evento en su conjunto, a la par que emergen noticias de posibles dispendios.
En el caso del Mundial de Fútbol de Qatar, la proyección de la imagen de Doja parece estar tornando en un arma de doble filo al existir una larga lista de irregularidades. No sólo hay acusaciones de corrupción y sobornos a la FIFA por parte de Qatar, sino que además hay informes duros a la par que creíbles que hablan del trato rayano lo inhumano por parte de ese país.

Jornadas interminables, salarios bajos, ausencia de derechos... Desde el punto de vista del poder blando parecen acusaciones suficientes como para torpedear el Mundial de 2022, pero es que a ellas se suman acusaciones de manipulación de las cifras de COVID-19 en el país, devoluciones ilegales de migrantes enfermos a sus países de origen, y un sinfín de despropósitos.
Si comparamos la proyección de la imagen que conseguirá Japón con los JJOO y Qatar con el Mundial todo parece apuntar que mientras en el primer caso puede haber algunos pequeños contratiempos, la imagen nipona saldrá beneficiada, sin embargo en el segundo caso, la mala imagen fruto del poco tacto con los Derechos Humanos más básicos amenaza con provocar que la proyección de la imagen se vuelva contra Doja.
No en vano, este tipo de eventos deportivos mundiales tienden a convertirse en símbolos de las relaciones internacionales y por ello tienden a estar ligados a cuestiones planetarias tan relevantes como la moralidad y la ética que se desprenden de la observancia de los Derechos Humanos.
Todo esto nos conduce a otra faceta de la proyección de la imagen, y es que para diversas corrientes de las Relaciones Internacionales este tipo de grandes eventos deportivos deberían ir ligados a un respeto al Derecho Internacional Privado y a los derechos de las personas, lo que inhabilitaría automáticamente a quienes como Qatar, no solo difícilmente pueden garantizar la seguridad sanitaria en tiempos de COVID, sino que además violan muchos de los preceptos básicos del DIP.
En conclusión, vemos los contrastes entre unas y otras intentonas de proyectar la imagen de los Estados en la arena internacional, así como el papel del deporte; y especialmente del deporte televisado, en la política internacional.