¿Por qué son un ataque a la constitución las medidas que propuso Trump?
Las medidas de "ley y orden" que Trump intentó implementar en Estados Unidos el lunes por la noche, han supuesto un golpe constitucional y al espíritu de los Padres Fundadores de esa república sin precedentes en la historia, ya que provienen, nada menos, que de el presidente de los Estados Unidos.
El presidente Trump, en su discurso del lunes propuso enviar a las fuerzas armadas en activo a lo largo del país para suplantar la autoridad de los gobernadores, a pesar que no se daban ninguna de las circunstancias que justificaran tal despliegue militar.
Los Estados Unidos son una república federal y presidencialista, fundada en sólidos principios de controles y equilibrios (checks and balances). Estos checks and balances se fundamentan en diferentes normas e instituciones. La división de poderes es quizás es el más conocido de todos (aunque en la presente crisis todavía no ha sido la línea de fractura entre el presidente y la constitución), y bajo ese principio el ejecutivo es elegido de manera separada al de las dos cámaras legislativas (Senado y Cámara de Representantes), esto contrasta con países de sistema parlamentarista como España (donde solo se vota las cámaras y estas forman gobierno).
Además, la división de poderes obliga que el presidente debe contar con la aprobación para formar su gabinete y designar cargos, como los jefes de los departamentos, generales, etc (es España el gobierno tiene muchos cargos de libre designación). Cabe mencionar, que la versión de la división de poderes de los Padres no fue exactamente la de Montesquieu, sino la popularizada por Jean-Jacques Burlamaqui.

No obstante, aunque la división de poderes es un aspecto importante en el sistema político de Estados Unidos, el federalismo es un aspecto tan importante como el anterior en el diseño institucional que los Padres Fundadores idearon para evitar los abusos de poder y el autoritarismo. Lo que se denomina como la "cuestión de los estados" siempre ha sido la médula e hilo conductor institucional por la que la historia de Estados Unidos se ha ido desenvolviendo.
No debemos olvidar que Estados Unidos se fundaron como reacción al parlamento del Reino Unido cuando suspendió los derechos y autonomía de Massachusetts para reprimir el Motín del Té. En 1774, el parlamento, aprobando las "leyes intolerables", suspendió la cámara de Massachusetts y todas sus instituciones de autogobierno (como su carta de autogobierno de 1696), ocupó militarmente Boston (enviando tropas de manera unilateral, como pretendía Trump) y cerró su puerto.
Hasta las leyes intolerables, Massachusetts tenía escaso apoyo en las 13 colonias. Sin embargo, dado que en cada americano colonial había arraigado un fuerte sentimiento de autonomía por el que debían respetarse sus derechos y particularidades regionales, que el parlamento británico de forma unilateral pudiera enviar fuerza armada y disolver dichas instituciones, fue visto como una amenaza a todas las colonias y no solo como un ataque a Massaschusetts.
Como reacción, los colonos convocaron el Primer y Segundo Congresos Continentales, para negociar la retirada de las tropas británicas y la restitución de Massachusetts y garantizar así los derechos de todas las colonias (luego estados de los Estados Unidos). No hubo éxito en el proceso y todo terminó degenerando en las batallas de Lexington, Concord, Boston y Bunker Hill, dando paso a la Guerra de Independencia.
Es decir, los derechos de las colonias, regiones o estados, están en la semilla revolucionaria de los Estados Unidos y su posterior independencia. Los aspectos de los impuestos y la representación, como las del Motín del Té, aunque importantes, no fueron el asunto institucional central de la independencia de Estados Unidos, sino la defensa de los derechos particulares de cada colonia (luego estados).
Una vez los Estados Unidos lograron la independencia, se abrió la cuestión de qué tipo de país debía conformarse. Una vez más, la cuestión de los estados y la independencia que debían tener dentro de los nuevos Estados Unidos, fue uno de los aspectos principales sino el aspecto institucional principal de todos.
Después de la independencia, los Estados Unidos fueron una confederación. No obstante, había una fuerte inquietud que un exceso de independencia de los estados, pudiera degenerar en luchas de poder que harían declinar a América en todos los problemas de guerras y disputas que se deban en Europa entre las diferencias potencias.
Por lo tanto, la sensación generalizada era que Estados Unidos debería conformarse en una federación, para que un poder central y federal, contrarrestase luchas de poder mezquinas entre los estados como sucedía en Europa (enfrascada en guerras constantes), pero que al mismo tiempo ese gobierno federal no fuera lo suficientemente poderoso y autoritario como para comportarse como el parlamento británico hizo en 1774.
En ese contexto, surgen los textos de los Padres Fundadores de la constitución, de especial relevancia lo escrito por James Madison en los textos de los Papeles Federalistas (sin menospreciar a los otros autores de los papeles y resto de Padres Fundadores). La constitución ya se había aprobado en la convención en 1787, pero aún debía ser ratificada por los estados para que entrara en vigor. Dado que el celo que tenían los americanos por el derecho de los estados como barrera institucional para frenar abusos de pode y la nueva constitución creaba un poder federal central.
En los Papeles, Madison defiende que los nuevos Estados Unidos que emergían con la constitución, conformando una federación, era la opción óptima para mantener los derechos de los estados, sin otorgar demasiado poder al gobierno federal, al tiempo que se resolvía el problema de las facciones que toda democracia populistas tiene (anteponiendo la simple regla de la mayoría a los checks and balances de una república, que creaba diversas mayorías, obligando a negociar y el compromiso).

Trump, aunque ganó las elecciones presidenciales legítimamente (aunque sin mayoría popular), bajo los principios republicanos y federalistas que argumentara James Madison, no puede saltarse esos controles, equilibrios y la autoridad de los estados (federalismo) que inspiran la constitución. Como es sabido, la estrategia electoral de Trump consiste en polarizar y dividir la sociedad, para lograr la mayoría electoral suficiente para volver a ser elegido presidente.
Por consiguiente, y dado que tuvo la mayoría electoral suficiente en 2016, cree que eso le capacita para saltarse el federalismo, los controles y equilibrios de la constitución; mandando las tropas a suplantar la autoridad de los gobernadores y los estados para erigirse como el presidente del orden frente al caos.
Sin embargo, como explicó James Madison, si en una república solo imperase la regla de la mayoría estaríamos ante una simple democracia populista, no una democracia republicana presidencialista con separación de poderes que garantice los derechos de todas las facciones e individuos. La mayoría de turno tomaría las medidas y acciones que considerase oportunas de forma unilateral, en lugar de negociar, y de un proceso político democrático normal se pasaría a un estado de conflicto y/o guerra civil.
El derecho de los estados y el regionalismo, quedó plasmado en la constitución en tres aspectos principales. El primero, una clara división de autoridad y poderes entre estados y gobierno federal. El segundo, el de la influencia regional en el proceso de designación del presidente (compromisarios por estados) y en el proceso político nacional (especialmente el Senado; también circunscripción uninominal en Cámara de Representantes). El tercero, en el que los votos de los estados esclavistas estarían ponderados al alza (ya que lo población esclava no podía votar).

Hasta la guerra civil, la historia de Estado Unidos estuvo gravitando entorno a esos aspectos institucionales y formales del federalismo y derecho de los estados, que de fondo defendían cuestiones de interés material: simplificando por motivos de espacio, el Norte quería una economía basada en el trabajo libre (no esclavo) y en una economía industrial enfocada al interior (proteccionismo); el Sur defendía la economía de plantación y esclavitud, enfocada a la exportación (se oponía al proteccionismo y favorecía el libre comercio).
Cuando diversas facciones del Norte querían abolir la esclavitud, limitar el libre comercio e impedir que se formaran nuevos estados esclavistas (como el asunto Kansas-Nebraska; el Compromiso de Missouri, etc), en el Sur se interpretaba como un ataque a sus derechos de estados. Los debates y discursos del sureño Calhoun en defensa del derecho de los estados fueron brillantes alegatos que encubrían la esclavitud y el racismo, desde una desviada concepción de la libertad de los gobiernos regionales o estatales.
Es decir, los sureños no querían que los estados del Norte hicieran una legislación nacional que no les dejara seguir exportando algodón al Reino Unido, limitar o abolir la esclavitud, etc, usando el derecho de los estados como un muro o poder de veto que frenara el desarrollo y progreso nacional.
Finalmente, cuando el abolicionista Lincoln ganó las elecciones presidenciales en 1860, se inició el proceso de secesiones que comenzó en diciembre de 1860 en Carolina del Sur, y alcanzó el punto de inflexión cuando este estado bombardeó el Fuerte Sumter en la bahía de su ciudad capital (abril de 1861).
En este punto en concreto reside la cuestión de si Trump tiene o no razón, en poder enviar las tropas a reprimir manifestaciones y revueltas callejeras; al fin y al cabo, Lincoln pudo levantar ejércitos para frenar la secesión y rebelión sudista.
Aunque es verdad que en la federación americana de los Estados Unidos los estados tienen sus derechos protegidos (no puede aplicarse una suspensión, como ocurre en España con el artículo 155 contra sus Comunidades Autónomas), como explicaba Madison ello no implica que los estados puedan hacer cualquier cosa; ni implica tampoco que el gobierno federal pueda hacer cualquier cosa para restablecer el orden en caso de una rebelión.
Por ejemplo, aunque Lincoln hizo una proclamación de emancipación en septiembre de 1862 después de la batalla de Antietam, por la que se declaraba libres a los esclavos, en realidad la autoridad presidencial se limitaba a los difusos poderes de guerra que tenía, que se limitaban a reprimir la rebelión y secesión.
Ni Lincoln, ni nadie en ese momento, podía en realidad abolir la esclavitud, ya que esos esclavos eran propiedades de ciudadanos de unos estados, estados cuyas leyes Lincoln y cualquier autoridad federal debían respetar. Por lo que una vez acabada la guerra, podía darse el caso que los fugitivos emancipados, volvieran a ser esclavos amparados en las leyes estatales. El juicio en el Tribunal Supremo del caso de Dred Scott (sentencia de 1857) daba amparo jurídico para ello. Dred Scott había vivido libremente muchos años en el Norte, después que con sus dueños pasara de Missouri a estados no esclavistas; pero sus antiguos dueños defendieron en el Supremo que los derechos de Missouri se anteponían a la ciudadanía de un hombre negro libre que había sido propiedad esclava en el Sur.
Por ese motivo, Lincoln tuvo que enmendar la Constitución en 1865, para abolir la esclavitud e imponerse a unos estados rebeldes y secesionistas, a los que tuvo que hacer la guerra para imponer la ley y el orden.
Desde entonces, se han dado algunos casos en los que el gobierno federal se ha tenido que imponer parcial y limitadamente al derecho de los estados para evitar que estos hicieran actos contrarios a la ley o sentencias del Tribunal Supremo. Los casos de los derechos civiles en los años 50 y 60 son los más conocidos. En aquellas ocasiones, que los presidentes Einsenhower, Kennedy y Johnson, enviaran tropas federales en activo o federalizaran la Guardia Nacional, estuvo justificada porque los estados estaban en clara rebelión contra las leyes y los tribunales (como el famoso caso la escuela de Little Rock en 1957).
Sin embargo, en las actuales revueltas y manifestaciones, no hay actos de rebelión de los estados, y aunque son revueltas graves, no suponen ningún desafío a la seguridad e interés nacional de los Estados Unidos. De hecho, en las revueltas de los años 60 y 70, así como en las revueltas de 1992 en Los Angeles, situaciones que fueron mucho más explosivas y violentas, el gobierno federal no anuló a los gobernadores para restablecer el orden; el orden pudo restablecerse finalmente sin violar la constitución ni anular el poder de los estados (aunque estuviera justificado como en el caso de Lincoln)
En la legislación de Estados Unidos se establece de manera muy clara cuando el gobierno federal puede usar las fuerzas armadas, y las espíritu que inspira dicha legislación está fuertemente influido por la historia de los Estados Unidos y los principios que sostuvieron los Padres Fundadores (como James Madison).
La Posse Comitatus, la Ley de Insurrección y el resto de legislación ha de interpretarse bajo ese prisma, como una emanación de los principios fundamentales de esa gran república que son los Estados Unidos: una república con separación de poderes y federalismo, que evite la disgregación regional pero que no permita una tiranía federal; una democracia ordenada y republicana, no una democracia populista, radicalizada y dividida en facciones.
Por ese motivo, en la Posse Comitatus se dice claramente que solo en casos de extrema gravedad y amenaza (como una rebelión), el gobierno federal puede suplantar a los gobernadores (como dijo Trump a su gabinete y en su discurso del lunes). Por ese motivo, tanto su Fiscal General, como su Jefe del Estado Mayor Conjunto o su Secretario de Defensa, se han posicionado en contra de los planes de Trump de dar un golpe a la constitución. Por ese mismo motivo, el general Mattis ha dicho abiertamente que Trump representa una amenaza a la constitución.
Pero el asunto no tiene que cerrarse con la retirada de las tropas que Trump comenzó el lunes (ayer martes volvieron a sus bases muchas de ellas). Trump puede despedir a su secretario de defensa, a sus jefes militares a su fiscal general, etc, y poner al mando a personas de su plena confianza y obediencia. En ese caso, podría volver a dar órdenes de esa naturaleza tan anticonstitucional y antiamericana sin que sus altos cargos se opusieran.
Pero esos nuevos cargos deben ser aprobados por el Senado, por lo que podría estallar un conflicto constitucional entre un presidente dando órdenes que representan un golpe anticonsticional, mientras que el Senado no les ha dado la autoridad ni ratificados en sus cargos.
En cualquier caso, espero que esta muy breve exposición de los valores, principios y la historia que inspiran la Constitución de Estados Unidos y su desarrollo (en diferentes enmiendas, jurisprudencia, etc), hayan dejado claro el porqué lo que pretendía Trump el lunes era profundamente anticonstitucional y antiamericano, y el porqué ha encontrado tanto rechazo en las autoridades jurídicas y militares de su propio gobierno.