Protestan en Irán: Un estancamiento peligroso
El pasado 13 de septiembre, la conocida como policía de la moralidad detuvo en Irán a la joven de 22 años Mahsa Amini. A pesar de que el motivo oficial de su detención era una simple charla informativa sobre la manera adecuada de llevar el hijab, horas después fue trasladada al hospital.
Tras dos días en coma, finalmente murió en un centro médico de Teherán. La policía aseguró que el motivo de su muerte había sido un ataque al corazón, pero la filtración de fotografías de ella en la cama del hospital donde se la veía visiblemente golpeada confirmó las sospechas de gran parte de la sociedad iraní. Mahsa Amini había sido asesinada.

La noticia desencadenó una fuerte oleada de protestas que a día de hoy continúan, pasando de ser unas protestas dirigidas contra la brutalidad policial y la represión contra las mujeres a ser una enmienda a la totalidad del Gobierno del ayatolá Jamenei, aumentando así la presión sobre el líder iraní y sus fuerzas de seguridad.
Sociedad bajo presión
El hecho de que se produzcan protestas en Irán no es nada nuevo ni sorpresivo. De hecho, el país está acostumbrado en los últimos años a manifestaciones masivas en contra del régimen. Las actuales, provocadas por la muerte de Amini, tienen una intensidad que no se veía desde las protestas de 2009 cuando el movimiento verde salió a la calle para protestar por el fraude electoral en las elecciones de ese año. Desde el 17 de septiembre que comenzaron las protestas ya han fallecido más de 500 personas incluyendo 70 menores.

El brutal asesinato de Amini ha sido la gota que ha colmado el vaso de una sociedad que venía tensionada desde hace tiempo. El régimen de los ayatolás arrastra una crisis de legitimidad que en las últimas elecciones se hizo especialmente evidente cuando las élites del estado bloquearon las candidaturas más moderadas convirtiendo la cita electoral en poco más que una farsa orquestada para encumbrar al candidato favorito del ayatolá Ebrahim Raisi. La participación en estos comicios fue la más baja desde que existe la República islámica, cuestionando aún más la legitimidad del régimen.
Hasta ahora la dinámica central en la política iraní era la lucha entre el sector civil y económico, más moderado, y el estamento religioso y militar, más conservador. Con la salida de Rouhani de la presidencia y la llegada de Raisi, el ala dura del régimen se hace definitivamente con todos los estamentos del poder provocando una sensación de desapego en los iranís, que ven como sus opciones de influir electoralmente en el régimen y la posibilidad de reforma desde dentro disminuyen.
A este contexto hay que añadir la mala situación económica del país, con una inflación que supera el 40%, además de que sufre los efectos de las sanciones occidentales, que no está previsto que se reduzcan a tenor del fracaso de las negociaciones para retomar el acuerdo nuclear.
Por último, también cabe destacar la mala gestión de la pandemia, los problemas en la gestión del agua, la corrupción política y la falta de oportunidades para jóvenes en un país dónde la edad media es de 32 años. Todos estos factores han contribuido a que las protestas alcancen la intensidad que ahora vemos y a que se hayan mantenido a lo largo del tiempo.

Para el régimen, esta muestra de contestación social llega en un momento muy complicado. El Ayatolá Jamenei tiene 84 años y no goza de buena salud por lo que la sombra de la sucesión se cierne sobre el aparato iraní.
De hecho, este es el motivo de la falta de flexibilidad mostrada a la hora de aceptar candidatos en las últimas elecciones, el régimen quería asegurarse el control total del estado para garantizar la sucesión de Jamenei sin incidentes (el actual presidente Raisi es uno de los candidatos para hacerlo) y no podía permitirse el riesgo de unas elecciones justas y competitivas. Sin embargo, sus acciones han alienado más a la sociedad contra el régimen, que ya venía arrastrando una crisis de legitimidad desde hace tiempo.
Inestabilidad Crónica
En el pasado la estrategia del gobierno para frenar las protestas era atacar a las organizaciones y lideres que estaban detrás de las mismas. Así, con esta “represión selectiva” conseguían descabezar y dejar huérfanos los principales órganos de protesta y, sin organización ni referentes a los que seguir, el régimen podría sobreponerse y paulatinamente acabar con la contestación en la calle.
Pero esta vez la situación es diferente. No hay ninguna organización ni liderazgo detrás de estas protestas, surgieron espontáneamente tras años de descontento con el régimen y rabia por otra vida arrebatada en nombre de la virtud moral que persiguen los ayatolás.

Esto último, que está permitiendo que las protestas se mantengan en el tiempo, también es una de las mayores debilidades del movimiento, no han articulado propuestas o alternativas concretas y no hay liderazgo alguno al que dirigirse o con el que negociar, suponiendo las mismas una enmienda a la totalidad del régimen que no es capaz de concretarse en términos políticos.
Así hemos llegado a la situación actual, en la que la represión del régimen no parece ser suficiente para acabar con las protestas y los manifestantes tampoco tienen la fuerza suficiente como para paralizar el país y obligar al gobierno a hacer concesiones dejando la situación en un impasse muy arriesgado para ambas partes.
Por el momento nada apunta a la caída del régimen en el corto plazo, el aparato de seguridad está firmemente del lado del Líder Supremo, el ala dura controla todos los resortes del poder y los manifestantes no han conseguido escalar la situación hasta el punto de hacerla insostenible para el gobierno.
Además, en el delicado momento que vive Irán buena parte del establishment considera que hacer concesiones podría dar alas a los manifestantes y los sectores moderados poniendo en riesgo el sistema en su conjunto, por lo que tampoco es esperable una reforma interna o que se realicen concesiones por parte de Jamenei.
Segunda #ejecución por protestas en #Irán
— DW Español (@dw_espanol) December 12, 2022
Un joven iraní de 23 años fue ahorcado en público tras ser condenado por su participación en las grandes #protestas antigubernamentales. El hombre fue acusado de apuñalar a dos miembros de las fuerzas de seguridad. /ft#DWNoticias pic.twitter.com/w1WMWPWkng
Del lado de los manifestantes, la intensidad y número de las protestas ha disminuido, pero aún continúan activas especialmente en las zonas de población kurda. Independientemente de que consigan prolongarse en el tiempo o no, las causas que provocaron el estallido continúan presentes e, incluso si fracasan, será cuestión de tiempo que una nueva oleada de protestas sacuda Irán.
La legitimidad del régimen está destruida para buena parte de la población, especialmente la más joven, y las perspectivas económicas del país no son buenas como para garantizar la paz social a corto y medio plazo.
Las protestas actuales deben entenderse en un contexto general de crisis del gobierno iraní, las protestas de 2009 fueron lideradas por una clase media que perdió la fe en el régimen y en su posibilidad de reforma, las de 2019 se centraron en una clase trabajadora cada vez más empobrecida, que veía como el gobierno hacía caso omiso a sus demandas, y ahora vemos como los estudiantes, los jóvenes y las mujeres plantean una enmienda a la totalidad al sistema.
Buena parte de la población iraní ha perdido la fe en que el sistema pueda reformarse desde dentro y, a tenor de las últimas acciones del ayatolá y su presidente, todo apunta a que tienen razón.
#Irán 🇮🇷 el era #MohammadMehdiKarami, Karateca, campeón nacional de Irán y campeón mundial, una noche decidió salir a protestar contra el régimen de Irán, fue capturado, le negaron abogados para su defensa.
— Darwin David (@cmdarwindavid) January 10, 2023
Ejecutado el sábado pasado.
(video) padre y familiares en su sepulcro pic.twitter.com/sVFKJpAJ13
Con una situación económica difícil que continuará presionando a los iranís y un régimen que se niega a mostrar una mínima apertura, las causas profundas de las protestas continuarán en un Irán que tendrá que seguir soportando una presión que podría llevarle al punto de ruptura en un futuro no muy lejano.