Erdogan y el "¡todos contra Francia!"
Por Yago Rodríguez
Los rifirrafes entre París y Ankara han alcanzado su punto álgido en los últimos días, aunque con una diferencia: esta vez los efectos tienen el potencial de amplificarse.
La historia del enfrentamiento entre los galos y los turcos viene de lejos, prácticamente desde los tiempos en los que el Reino Unido y Francia hacían y deshacían el mundo a su antojo... Hasta que deshicieron al Imperio Otomano, si bien esta es de las pocas cosas positivas que dejaron las potencias coloniales en el ejercicio de su poder.

Los tiempos han cambiado pero parece todo parece un regreso al siglo XIX. Ya se sabe que la historia no se repite, pero rima, y el nacionalismo turco de Erdogan rima con islamismo y rima con Otomano. É aquí la fuente del problema.
Desde 2016 una Turquía incontenida se ha ido convirtiendo en lo que algunos han dado en llamar el "matón del Mediterráneo". Echemos un vistazo a su historial.
- Crisis migratoria de 2015 contra la Unión Europea.
- Apoyo al Estado Islámico (2013-2016)
- Intervención militar en Qatar de 2017.
- Intervenciones militares en Iraq (2015-2020).
- Conquista del norte de Siria en las operaciones de 2016, 2018 y 2020.
- Crisis en la OTAN y con Estados Unidos desde 2016-2020.
- Crisis por las aguas griegas en 2020.
- Intervención militar en Libia (2020)
- Apoyo decidido a la Guerra del Nagorno-Karabaj (2020).
- Acciones diplomáticas en el Sahel (2020).
Durante todo este periodo ni la Unión Europea, ni la OTAN han hecho nada, mientras que Estados Unidos solo ha endurecido algunas sanciones, en particular sobre el material de defensa, que han afectado al programa del caza F-35.
De todos los países europeos, el único que se ha plantado ante Erdogan ha sido la Francia de Emanuel Macron, quien ha ofrecido cazas Rafale a Grecia, a la vez que varios buques y aeronaves galas se desplegaban entre las aguas de Creta y de Chipre. París también ha fortalecido su relación con Emiratos Árabes Unidos y Macron ha tratado de aportar estabilidad al Líbano mediante una visita de Estado.

Para contrarrestar los movimientos del Elíseo, Erdogan ha enviado a su Ministro de Exteriores de visita de Estado a Níger, donde ha firmado un acuerdo de cooperación militar, así como a Mali, donde ha entablado conversaciones con el gobierno militar golpista que nadie en el mundo ha reconocido.
Y al fin, las desavenencias han estallado en la forma de un boicot. Erdogan ataca a la nación que mejor representa los valores republicanos, esos que poseían los Kemalistas a los que Erdogan ha purgado de la administración pública y del ejército sin que la OTAN llegara a pestañear.
Lo grande de todo esto, es que islamizando a la ahora mezquita de Santa Sofía, hablando de la ciudad santa de Jerusalén y en definitiva, persiguiendo una política más agresiva, Turquía se ha ganado la simpatía de muchos musulmanes, aunque por suerte no de todos, y si no que se lo cuenten a Egipto, a Arabia Saudita, a Marruecos o a Emiratos, todos ellos con malas relaciones o boicots comerciales contra Ankara.

El llamamiento de Erdogan al boicot, como si de una fatwa económica se tratara, ya ha sido secundada por empresas de Qatar, el compañero de viaje turco en el marco de un islamismo que no anuncia nada halagüeño.
Por desgracia para París sus relaciones con Doha son muy importantes, habiendo alcanzado un intercambio de 18.000 millones de euros este 2020, sin embargo es posible, -y quizás necesario, que el Elíseo se replantee sus relaciones con el Emirato gobernado por los Al-Thani. Al fin y al cabo, al boicot de Turquía, en parte apoyado por Qatar se le suma el apoyo de este Estado a los Hermanos Musulmanes, quienes extienden una ideología que bien puede ser la semilla de futuros ataques terroristas.
El papel de los Hermanos Musulmanes como organización transnacional vertebradora del Islam político, sin duda ha ayudado a que el boicot tenga repercusiones más allá de Anatolia, no en vano el mufti de Libia, cercano a esta organización, ya llamaba a boicotear a los productos sauditas y emiratíes y a favorecer a los turcos.

Pero esto no acaba aquí. Debido a ese papel de "defensor de la umma" que pretende promocionar Turquía, en un atributo que no deja de recordarnos al Imperio Otomano, gentes de otras naciones, como Kuwait o Libia Occidental se han sumado al boicot.